martes, 1 de noviembre de 2011

El hombre al que mató la jubilación



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Unas semanas atrás, a través del blog Profesor en la secundaria, supe de la novela de Tahar Ben Jelloun, El retorno. Me interesó, por lo que allí se decía y porque me trajo a la memoria una obra del autor que yo había leído tiempo atrás, La noche sagrada, una obra que he olvidado, pero de la que conservo una impresión extraña, indefinida pero buena. Quizá es momento de releerla. También conocía del autor Papá ¿qué es el racismo?.

En una de mis frecuentes y periódicas visitas al Carrefour [visitas que aprovechaba para ir leyendo de gorra Aguirre, el magnífico de Manuel Vicent -es lo que tienen los recortes- un libro interesante con una buena dosis de humor, salpicada en buena parte de la impresión de déjà vu] encontré el libro de Ben Jelloun; una bella portada, junto a los comentarios de Joselu y los recuerdos acerca del autor, me llevaron a saltarme el plan de ahorro y salí con el libro entre los embutidos, las verduras y las conservas.

Lo he leído en poco más de una semana, la mayor parte en este puente casi de tirón, y no me ha decepcionado, al contrario. El libro retrata de forma fiel la realidad universal del mundo del emigrante. Creo que gran parte de lo que allí se expone es totalmente reconocible para los emigrantes españoles de los años 50 y 60, cuando el mundo rural se mudaba a las grandes ciudades, Madrid, Barcelona y sus cinturones industriales. Pero aparte del interés general, nos permite conocer en particular la realidad de los emigrantes magrebís en Europa, En unos meses espero volver a la novela para hacer una nueva lectura en clave didáctica sociológica y profundizar en la realidad social descrita. De esta primera lectura apresurada me queda la sensación de que hay mucho que rumiar acerca de esta historia triste. Una tristeza que alumbra aspectos esenciales de la vida humana.

Volviendo al blog de Joselu. No creo que la literatura haya muerto, ni siquiera que pase por un momento de pérdida de salud en comparación con otras épocas. Al contrario, me parece que hay más lectores, se lee más y de más calidad, que en cualquier otra época; basta con echar un vistazo por las librerías de cualquier capital de provincia, Fnac, La casa del libro... cualquier sábado se encuentran abarrotadas de público que compra los éxitos del momento, pero también las obras clásicas de la literatura, o de la abstrusa filosofía, que encontramos en la más bellas y cuidadas reediciones. No creo que eso fuese posible si la literatura estuviese muerta. Esa muerte de la literatura pienso que solo habita en la mente de los profesores de disciplinas humanísticas, he estado tentado de pensar que lo que muere es quizá un modelo de escuela. Pero ni eso, sencillamente quienes morimos somos nosotros. Como Mohamed.

Pero no seamos pesimistas, ni hiperbólicos. Pues lo que tomamos por muerte, a veces es sólo un poco de invierno.
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