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Vampirizado mi espíritu por la calima y el esfuerzo –no del todo infructuoso- con tomates, pimientos y calabacines, y mientras yazgo amurriado en el sofá reiteradamente se me muestra. Seguro que la han visto conmigo; ella se contempla en el espejo y, digna de Homer Simpson, exclama:
“Tengo más de cuarenta años y nadie lo diría, ni yo misma”.
Y nosotros, ay, cuántas cosas callaríamos –también ante nosotros mismos. Y no por simple pereza.
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Vampirizado mi espíritu por la calima y el esfuerzo –no del todo infructuoso- con tomates, pimientos y calabacines, y mientras yazgo amurriado en el sofá reiteradamente se me muestra. Seguro que la han visto conmigo; ella se contempla en el espejo y, digna de Homer Simpson, exclama:
“Tengo más de cuarenta años y nadie lo diría, ni yo misma”.
Y nosotros, ay, cuántas cosas callaríamos –también ante nosotros mismos. Y no por simple pereza.
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